lunes, septiembre 12, 2016




¿Alguna vez entraste de día a una discoteca?

Las discotecas de día suelen ser un mísero galpón mugriento. Todas sus imperfecciones, su suciedad, sus rajaduras, quedan expuestas a los ojos de quien se anime a mirarlas de tarde.

No hay oscuridad que esconda los defectos, ni juegos de luces que simulen un mundo fantástico y exaltado. Tampoco suena la música para distraer, ni corre el alcohol para generar la inconsciencia del asunto. Las unicas bebidas que uno puede encontrar son los restos en los vasos desparramados por el suelo. La bola no brilla en el techo. La gente no camina por las pasarelas. La quietud es implacable.


¿Alguna vez entraste de noche a una discoteca?

Las mujeres coquetean bajo decenas de capas de maquillaje. Colores forásteros en la cara, máscaras sútiles, rostros ficticios. Los hombres sucumben al ardid, visten como nunca, ropa con olor a naftalina disimulada por litros de perfume. Rara vez se ven asi de dia. Rara vez huelen asi de día.

Suenan canciones que solo pueden gustar en el bullicio de una discoteca y la distorsión de la situación. De día suenan peladas. Les falta algo. Les falta todo. Marea de gente mareada, la marcha de los besos sin corazón, de los tragos ladrones, de los saludos sin alma. Hola, ¿como estas? Bien, aunque se que no te importa. Abrazo efusivo. ¿Quien eras?. Use y tire.

Él quiere estar con ella, ella quiere estar con él. Bailan, él avanza, ella histeriquea un poco. Él le tira flores de plástico. Ella las huele y sonrie, sabe que le mienten pero compra: al autoestima le encanta la comida chatarra. Se van de la mano por la puerta de entrada, todavía no se probaron. Afuera será otra historia. Afuera siempre es otra historia.