viernes, agosto 13, 2010



Para algunas personas las estrellas son un mero fenómeno astronómico, luces lejanas perdidas en la oscura inmensidad, una escenografía simplemente eterna. Pero para María no era tan simple, no.


Ella tiene devoción por las estrellas. Cada una de esas luces encierra algo, glorias, tristezas, alegrías, momentos, personas, y demás ingredientes especiales en su vida. Sus propias constelaciones representan etapas de su vida. Es así que cada noche de su existencia, cuando el sol muere por un rato, ella sube ansiosa la escalera de su casa y reposa por horas observando, disfrutando y recordando.


Y mira, y sonrie. Allá, al norte,busca a su papá, que aquella tarde de frenadas bruscas y llantos sin consuelo se fue sin avisar, pero al que ella siente abrazar cuando la luz metalizada le pega en sus pupilas, directo al corazón. O ese par de estrellas aisladas, que encierran las andanzas con dos amigas con las que ya no se junta, la vida se empeñó en separarlas. Y en ese destello cerca de la luna quedó encerrado para siempre su dulce primer beso. Al lado, en una un poco mas chica, yace su primer desamor, recordandole que el destino suele ser imperfecto , y en la rojiza que está mas proxima, residen los abrazos de su novio. Tambien se deleita contemplando a las que representan su primer día de escuela, su primera vez y su primer borrachera. Todas y cada una de las cosas que hacen latir a su corazon estan en el cielo. Y cada diá que pasa, cada segundo de vida que respira, cada herida, cada beso, cada mirada, hacen que su cielo se estrelle cada vez mas.


Es así que en las noches mas estrelladas, esas en las que el cielo está tan iluminado que juega a ser mañana, María esta áhí, sentada en su terraza otra vez, reconstruyendo su vida, acariciando la nostalgia, viviendo.

martes, agosto 03, 2010




Como el primer minuto de una guerra perdida, como la lágrima que toma la iniciativa y se anima a escapar del ojo, como la estrella que muere....


Aunque querían irse y escapar, no tenían ganas de moverse del lugar en el cual estaban estacados. La tristeza filosa los inmovilizaba. El disparo final había llegado, y aunque sabían que ese momento podía llegar e intentaban prepararse psicologicamente, dolió mil veces mas. Probablemente fue porque en ese instantes, sus esperanzas fallecieron, y lo que siguó fue nada. La realidad atacó (otra vez).


Las glorias dejaron de ser tales, para convertirse en verdugos, lo ambiguo del tiempo.


Sus corazones eran tierra de nadie. Mirando a todos lados para buscar un consuelo, pero solo abundaban cuarenta mil muecas tristes. Estaban todos pero no había nadie. Y fue en casa, el sitio en el cual juntos vieron parir tantas alegrías. De ahí su mareo, su hogar dulce hogar tenía forma de panteón, y eso desconcertaba hasta al mas sagaz.


Y el destino, sicario, cómplice y autor material complotó contra su sensibilidad. Ese día pintó el cielo del gris mas erosionado de todos los grises, rociado por la lluvia mas fría de sus vidas. Y encima era domingo.


El panorama era desolador, el futuro color negro incertidumbre, y el amor ese día estuvo enfermo. Pero no era terminal ni mucho menos, porque ni el peor día de sus historias, ni la mas gélida de las lluvias pudieron apagar el sol dentro de sus pechos, ese que siempre brilla incandescente, aún en los días mas nublados.






A pesar de todo, nunca dudaron de su amor incondicional...