sábado, septiembre 28, 2013



Escucho de repente un bullicio extraño, pero reconfortante. Es algo así como una melodía distorsionada que sigue el compás de mis latidos. De no haber apagado el televisor quizás nunca la hubiera oido. No se exactamente de donde proviene, pero intento buscarla.  

El sonido llega lejano, sospecho que desde algún rincón más bien oscuro. No sale de la tele, ni de la radio. Es crudo, rasposo, como tocado por dedos ampollados de pasión. Lo oigo cada vez más fuerte y siento que el pecho me explota.


Quizás venga desde afuera. Miro por la ventana pero solo veo aun tipo de traje y maletín que acaba de pisar mierda con su zapato reluciente. Putea. Sonrio. La canción suena más intensamente. Sigo con mi búsqueda.


Llego hasta la puerta del sótano. Definitivamente proviene de allí. Abro esa especie de escotilla de madera e inmediatamente comienza la celebración de mis sentidos.  El sonido me envuelve y se siente tan bien, tan auténtico y real que se me atasca en el alma. Me dejo llevar y bajo la escalera sin pensarlo.


En mi sótano había una fiesta y yo no lo sabía.




martes, septiembre 24, 2013



Para administrar la música parece que no hay que quererla. Avaricia por doquier, raíces secas y otro dolor de bolsillo evidente. Quieren todavía mas: mi canción es el camino a mi mansión. 

Entonces llegan la falacia y la hipocresía tomadas de la mano y cantando afinado. Será que una historia falsa vende más que una verdadera. El carilindo grita lo que te pasa a vos, y no lo que le pasa a él, mientras sacude toda su desprolijidad perfecta en el escenario. Y así nos seguimos mintiendo.

La derrota continua: cada vez más canciones compuestas con la mente y menos con el corazón, pues el estribillo debe pegar, instalarse en tu cabeza antes que darte piel de gallina; atorarse en tu memoria pero no en tu alma. La imagen photoshopeada del músico pasó a ser más importante que su propia obra, y así nos vamos volviendo cada vez más artificiales.

Los puños al cielo llenos de fuerza, lucha y coraje, se transformaron en cámaras de alta definición. Algo le bajó el volumen a las voces, que hasta suenan algo robotizadas. Al rock lo convirtieron en lo que nunca quiso ser. Todo ahora es moderado. Romper el molde es amoldarse a la rebeldía estándar, y entonces crece la demanda.

Es la decadencia de una sociedad anónima, cuya porción mayoritaria de sus acciones fueron adquiridas por la codicia. Canciones de cartón suenan de fondo mientras el mundo lastimado se sigue desangrando, todo vendado, todo vendido.




viernes, septiembre 13, 2013



Hoy es mi día; en unas horas me espera una noche diabólica. Sin dudas, mi remera negra marca "Ramones" es la mejor elección para este acontecimiento. Complemento mi ropa infalible con el pelo prolijamente despeinado, porque el rock es caos, yeah!. El maquillaje es fundamental, es el elemento perfecto si quiero ser la nena mas mala de la ciudad. Mientras me produzco pongo mi disco de Tan Cónica de fondo para entrar en clima y bailo alocadamente frente al espejo. Mi desodorante es mi micrófono y atentos a lo que canto porque hoy soy una rebelde y esto es rock!

La fiesta rockera que se hace todos los meses en mi ciudad es mi destino. Toca una banda que no conozco, pero que seguro me va a gustar porque por mis venas corren litros de ruock y hasta, con suerte, el cantante sea lindo y pueda entretenerme con eso. Etiqueto en facebook a mis amigas y anuncio lo que está por venir a modo de advertencia: "Cuidado conmigo, esta noche soy peligrosa, sepan que voy a estar ahi". Este look de renegada me encanta aunque confieso que no saldría asi a la calle ni loca, pero para la ocasión es genial. Si todos van a estar vestidos así, entonces nadie me va a criticar. Ya estoy lista para salir a rockear.

Definitivamente mi estilo de vida es el rock and roll, al menos por esta noche.




jueves, septiembre 05, 2013


Buenas noticias para Mauricio. Esta mismisima noche se inaugura un resto-bar rockero en la ciudad: "Vení a Rockandfever y sentite parte del rock" obliga el anuncio, mientras una guitarra chilla un solo de fondo. Para un tipo como él, amante de la música era una invitación ineludible. Hacía tiempo que buscaba un lugar en el cual pasar un buen rato acompañado de música acorde y unos tragos.

Zapatillas de lona, remera ex-negra de su banda preferida "La Tuerta", deformada y gastada en combate por mil y un pogos. No podía no invitar a su novia , también rockera y compañera de melodías, quien sale de su casa envuelta en tachas y parches de bandas por toda su esbelta superficie femenina. Ambos toman el colectivo, ansiosos.

El establecimiento es enorme, brillante y está repleto de gente: - Todo muy nuevo para rockear- acota ella. Pese a la muchedumbre logran divisar una de las pocas mesas desocupadas. Se adentran en el local, al mismo tiempo que los recibe Tuist and shout de los Beatles y una jauría de miradas extrañas, incrédulas, casi casi inquisidoras. Sorprendidos pero también acostumbrados a ese tipo de actitudes sociales, hacen caso omiso y logran adueñarse de la mesa olvidada por la masa. El mozo se acerca y antes de ofrecerles la carta tambien les propicia una mirada genocida y eterna que los recorrió de arriba a abajo. Ambos piden milanesas con papas fritas y relojean el sitio, lo exploran.

Las paredes están minadas de cuadros y posters de los Beatles y los Rolling Stones. La variedad de grupos expuestos es bastante escasa. De fondo vuelve a sonar Twist and shout, a un volumen tristemente moderado. Unas diez u once guitarras cuelgan a lo ancho y largo del bar, decorándolo. A Mauricio le causa una sensación extraña verlas ahi, calladas, quietas, y piensa en el gran  esfuerzo que tuvo que hacer para comprarse la suya, cuatro veces más barata que esos ejemplares de adornos -Que triste destino para un instrumento- pensó.

El entorno insiste en seguir hachándolos con los ojos: murmuran entre ellos, gesticulan reacios sacudiendo las alhajas mientras cenan, pudorosos. La pareja ignora a los comensales jugando a encontrar a algún conocido típico de los recitales a los que concurren, o, aunque sea, algún pelo desprolijo, un pantalón roto, algún trozo de barrio, pero quedan en cero.  

Las milanesas llegan, y piensan disfrutarlas bien porque salieron bastante caras. Mauricio mastica mientras recorre con sus pupilas el lugar una y otra vez, porfiado, pues se siente estafado por el slogan y trata desesperado de encontrar al rock en algún rincón. Se rinde. Es imposible que lo vea, lo tienen escondido y encerrado adentro de una caja registradora muy bien vigilada, masacrado y descuartizado en trozos rectangulares de papel numerados.

Minutos después emprenden la retirada decepcionados y aun observados. En el preciso instante que cruzan la puerta John Lennon grita endiablado "¡Well, shake it up, baby, now!" por quinta vez en la noche.