sábado, septiembre 28, 2013



Escucho de repente un bullicio extraño, pero reconfortante. Es algo así como una melodía distorsionada que sigue el compás de mis latidos. De no haber apagado el televisor quizás nunca la hubiera oido. No se exactamente de donde proviene, pero intento buscarla.  

El sonido llega lejano, sospecho que desde algún rincón más bien oscuro. No sale de la tele, ni de la radio. Es crudo, rasposo, como tocado por dedos ampollados de pasión. Lo oigo cada vez más fuerte y siento que el pecho me explota.


Quizás venga desde afuera. Miro por la ventana pero solo veo aun tipo de traje y maletín que acaba de pisar mierda con su zapato reluciente. Putea. Sonrio. La canción suena más intensamente. Sigo con mi búsqueda.


Llego hasta la puerta del sótano. Definitivamente proviene de allí. Abro esa especie de escotilla de madera e inmediatamente comienza la celebración de mis sentidos.  El sonido me envuelve y se siente tan bien, tan auténtico y real que se me atasca en el alma. Me dejo llevar y bajo la escalera sin pensarlo.


En mi sótano había una fiesta y yo no lo sabía.