lunes, marzo 25, 2013



¿Conmemoraciones? ¿Medallas? No, no tengo ninguna. Y eso que guerras si tuve, miles.

Aunque me pese confesarlo, en varias ocasiones fui desertor, y la venganza de la cobardía se apoderó del resto de mis días. Las historias jamás sucedidas no paran de salir a flote las tardes lluviosas de invierno. Suelo sentirme tan paradójico cuando pienso en que mis peores derrotas, fueron aquellas en las que no pude ni caer vencido, gracias al miedo. El dolor estridente de la nada.

Otras veces, en cambio, me encontré feroz en el campo de batalla  y debo admitir que fui digno ganador. Me regocijé con las delicias de la victoria, que con el tiempo se transformaron en esos banquetes que suele darse la nostalgia cada tanto.

Como tocó vencer, tocó tambien perder. Fui de esos derrotados que conocen perfectamente ahogamiento pastoso del polvo pegandose a las tripas. Vi gotear sangre, propia y ajena. Lancé bombas dañinas, pero también las recibi, no por nada cargo con este alma lleno de esquirlas. Heri y me hirieron. Me camuflé entre los días, para dejar que se vayan las malas rachas y salí al ataque escupiendo fuego cuando me tocó la bendición de la fuerza.

Mentiría si digo que fui un pacifista, al fin y al cabo, todos somos veteranos de alguna guerra.




1 visiones:

reptilio dijo...

"en la guerra nos enseñan a memorizar fechas de canciones pero que poco nos enseñan de amor"