lunes, agosto 07, 2017



¿Cómo sabes si la Tierra no es más que el infierno de otro planeta....? Adolf Huxley

Lamento decirte amigo que ya estás muerto. Vos y todos tus amigos. Yo también lo estoy. Mira a tu alrededor: todos esos seres que ves...fallecieron. No me preguntes como y cuando. Simplemente murieron.

¿Acaso vamos a caer en el simplismo fantástico del infierno como un lugar de fuego omnipresente y transpiración eterna? La cosa probablemente sea un poco más complicada, o no tanto en verdad. Mientras pensamos en esquivar un infierno que nadie corroboró, mientras los libros sagrados y los templos nos dicen que corramos hacia un cielo de algodón y serenidad que ni siquiera sabemos si está ahi, mientras esta marcha irrefrenable hacia la incertidumbre sigue transcurriendo caí en la cuenta, real y concreta, de que ya estamos en el infierno mismo, aqui y ahora.

Lo descubrí en la diaria agonía desesperante del linyera alcoholico que pide monedas en el centro.

Lo descubrí aquella noche de invierno en la villa, a las tres en punto de la mañana, mientras no me dejaba dormir el ambiente gélido de la casilla de chapa, que se burlaba diciendome, ninguno de tus inviernos fue un invierno realmente, hasta hoy. Porque entre infierno e invierno hay tan solo una letra de diferencia, y no siempre la temperatura del averno va a ser un calor sofocante.

Lo descubrí en la mirada resignada e indefensa del perro muerto al costado de la ruta, en el holocausto de los mataderos, en el grito desgarrador del elefante atravesado por la bala del cazador, en la muerte volando del árbol cayendo talado.

Lo descubrí en la ingenuidad del niño soldado, en cada una de las guerras de la humanidad, en el suicidio del soldado que sobrevivió a una guerra pero perdió la siguiente, en la tortura del prisionero, en las lágrimas de la mujer violada.

En los Domingos.

En los suicidios.

Lo confirmé durante cada mañana de mi vida teniendo que buscar motivos para (sobre)vivir y levantarme de la cama. Porque quien para de buscar es alcanzado por la tristeza, peste que flota en el aire permanentemente. Porque este lugar es simplemente horrible con algunos destellos de felicidad, que no son mas que refugios. Vivimos en un mundo buscando refugios todo el tiempo. Les decimos sueños, pero no son mas que oasis en este desierto violento. ¿Puede existir algo peor que esto que sea el infierno prometido? El cansancio de la vida en subida. Vacíos existenciales que no dan respiro. Felicidad que tarde o temprano se rompe, no dura, es efímera o a veces, ni siquiera existe. Es el reino de la depresión. Es el pandemonium en forma de pastillas.

Es el infierno del desamparo, de la intemperie. Aqui y ahora. No sabemos como llegamos o por que, no sabemos a donde vamos. Pero pienso en los genocidios, en los grandes e históricos, en los cotidianos que pasan desapercibidos dia a dia, como los encerrados en la bolsa de poxirran de un pibe en la estación de tren, o la tristeza densa de los geriátricos, o la perfección implacable del cancer.

Caer en falsas treguas como la droga o el alcohol. Escapes que no llevan a la salida sino que tan solo terminan reproduciendo infiernos, multiplicándolos, engendrandolos: ahora, además del infierno exterior creaste uno interior. No es precisamente lo que te prometieron en aquel baño mugriento de algun bar cuando andabas medio perdido en la vida y caiste en la trampa dentro de la trampa.

Porque al fin y al cabo esto es una gran estafa: no te preocupes por no ir al infierno, ya estás en él hace rato.