No te gustaban las guerras, las cruces y las injusticias. Tu voz sonaba a calma adorable, pero sabías rugir en la tinta. El mundo siempre patas arriba, pero tus pies siempre disfrutaban de la arena. Te encantaba caminar por la orilla del mar, las olas te traían las palabras que en viaje llegaban inquietas desde algún lugar para después saltar al papel y de ahí, directo a mi corazón.
Me enseñaste a aceptar la inmensidad del tiempo, a asimilarla para poder disfrutarlo con la mayor intensidad posible. Tenias razón, somos parpadeos de la eternidad. Hoy me lo demostraste.
Disfrutabas tanto del amor en si mismo y en todas sus expresiones. Los banquetes, las noches de vino y anécdotas, los amores de una sola luna. ¿Cuántas veces naciste y moriste durante aquellos días? Lo sabés muy bien, la muerte es mentira. Siempre andabas naciendo.
Maldito 13 de Abril. Hoy tengo atravesada tu partida en la garganta. Tus palabras construyeron tanto adentro mio. Lograste que la memoria colectiva sea también mi memoria individual. Me enseñaste que estamos hechos de historias y a apreciar lo maravilloso de cada pequeño suceso a mi alrededor. Es lunes de mañana y acabas de dar tu último aleteo mientras leo alguno de tus párrafos inmortales. Te fuiste. ¿Te fuiste?
¿Que se siente ser palabras? ¿Que se siente ser de viento? Contame Eduardo, por favor. Contámelo a tu manera que necesito una caricia en el alma porque hoy fue un día muy triste.
A la memoria de Eduardo Galeano.
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