Pueblo chico infierno (cada vez mas) grande.
Sábado a la noche. El restaurant "Orden y progreso" se encuentra rebozante de gente, entre ellos los personajes más reconocidos públicamente de esta pequeña ciudad con aires de superioridad. Y al fin y al cabo, las ciudades son sus ciudadanos.
Todos se revocan la cara con su mejor sonrisa para saludarse entre si. Se preguntan por sus familiares, por su salud, se desean un buen provecho. Amabilidad de cartón. Una vez que están ubicados cada uno en sus mesas, la carnicería comienza. "Se hace la buenita pero al marido le sacó la casa y lo dejó en la calle". "Se dice que lo echaron de la empresa por acosar a una de sus compañeras de trabajo". "Parece que le pega a la mujer" "Están en mesas separadas, cada uno con su familia, pero son amantes". Uno se pregunta si salen a comer y disfrutar del momento o a hablar mal del que está en la mesa de al lado.
La noche llega a su fin. Uno a uno los comensales se retiran con su gesto de amistad eterna. Se despiden abriendo la sonrisa de nuevo. Aqui no ha pasado nada.
Al otro día los protagonistas vuelven a encontrarse, esta vez en la misa del domingo. El cura da el sermón, los fieles se dan un beso y se desean la paz. El mundo es perfecto durante esos 60 minutos. Reflexión, arrepentimiento, y amor como dios manda. (como le encanta mandar a dios). Todos somos hermanos y la unión es lo importante.
La hostia ya se deshizo en mi paladar, estoy lista para contarte la última de Ramírez...
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