Posted by Ciro Luna on miércoles, julio 22, 2015 with 1 comment
Suelo morirme a veces.
Aquella noche miré a través de la ventanilla del colectivo empañada por la lluvia y pensé: es una hermosa noche para estar triste. Llueve adentro, llueve afuera, el colapso, los estruendos, soy parte del paisaje.
Atrás quedaron la gente y el bullicio. Desentoné otra vez, y no los soporté. Fue un escape imperfecto, de esquirlas, lo se. Perdón. Huí a encerrarme en mi soledad. Me encontré agotado, exhausto de mi. De mis cambios, de mis arranques de rabia, de sentirme afuera de todo. Y fueron horas de no sentir, de desconocer mis placeres, de tener dormidos los sentidos. Cuando la música no logra penetrarme el alma, cuando no siento ese apetito voraz por su cuerpo de mil maravillas, entonces tengo la desesperante certeza de estar muerto.
Es el otoño de los sueños, el frío de estar parado a la sombra de la gloria. Las lagrimas no nacen, ni mueren. Es tener la mirada apagada de los fallecidos. Inerte. Insulso. Oscuro. No poseo energía suficiente para pensar. Solo quiero cerrar los ojos y olvidar, descansar de mi, para en unas horas esperar la resurrección. Otra vez.
Posted by Ciro Luna on miércoles, julio 15, 2015 with 1 comment
La discusión le llenó las venas de furia y pegó el portazo. Ella quedó en el interior de la habitación un poco enojada, otro poco aturdida. Él caminaba acelerado por la calle rumbo a la costa, libro en mano. Se fue derecho a leer a orillas del Lago, su terapia. Así como la quietud del agua azul y las montañas, los libros también lo calmaban, le prestaban otro mundo por unas horas para escaparse de los momentos abrumadores de la existencia, que no son escasos ni mucho menos. Y asi intentó refugiarse entre paisajes hechos de letras. Ella se puso sus auriculares e intentó despejarse saliendo a caminar para licuar su rabia en sus canciones preferidas.
Sentado en una roca, entrecortaba su lectura. La imaginaba perdida entre la gente, en algùn rincón de la ciudad. Eran extranjeros en un pueblo nuevo para ambos. ¿Por donde andaría? ¿En que estaría pensando? Pese al enojo, necesitaba tenerla cerca, aunque no se hablaran, aunque siguieran ofendidos, eran complementarios o por lo menos eso indicaba su dolor de estomago. Su sola presencia le apaciguaba sus tempestades. Por unos minutos retomaba la lectura, pero otra vez la interrumpía para mirar el muelle que penetraba en el Lago Grande. La imaginaba caminandolo, a paso lento, pensativa, preciosa. Necesitaba que este ahí, pero nada- esta ciudad es demasiado grande para coincidir- concluía y volvía a sus páginas sin seguir demasiado el hilo de lo que leia.
Levantó siete veces la cabeza. El muelle estaba lleno de turistas, pero vacío para él. Seguía enojado y no verla, en cierta forma lo sulfuraba mas. Los turistas se alejaron, el muelle milagrosamente quedó solitario, solo por unos segundos, una especie de preludio. Ella entró en escena, chiquita, caminando sobre las maderas, cabellos al viento, casi como la había imaginado unos minutos atrás. Casi, porque la imagen era aun mas hermosa. Una especie de ternura gigante y demoledora que cayó desde el cielo le aplastó todos los orgullos, venenos y fastidios paridos esa mañana. Cerró el libro y se dedicó a espiarla sin que ella supiera y a observar como ella miraba el agua apoyada en el barandal. Lo invadió una paz inconmensurable, pensó en cuanto la amaba. Ella se dio vuelta y lo vio agitándole el brazo, en una desesperación muy mal disimulada. Con la sonrisa irresistible que anuncia la muerte del enojo, obedeció, caminó hacia las rocas, se sentó a su lado y sin decirse una palabra miraron juntos el lago tomados de la mano.
Posted by Ciro Luna on martes, julio 07, 2015 with 1 comment
Jamás me gustaron esos poemas pedantes
cuya maraña de vocablos
alámbicos. culteranos, ampulosos
dan lugar a mareos y metáforas
liosas, laberínticas, encriptadas.
Tampoco me gusta la estrofa anterior.
¿Por que someter a las palabras
a la cárcel de las rimas?
¿Porque reducir el diccionario
a unas pocas palabras siamesas
en poemas que se jactan de amar la libertad?
Tantas ideas asfixiadas por la métrica
perpetuando otro triunfo de la disección de la inspiración.
¿Es ese olor nauseabundo acaso
una pierna de tu mejor musa?
Prefiero las poesías simples,
directas, crudas,
que de académico tengan, a lo sumo,
alguna frase creada y tallada
en el pupitre de atrás.
Que puedas leerlas
que pueda regalártelas
que sean mías, pero también tuyas
que las entiendas
que no te compliquen la vida
aun mas.
Pido disculpas si ofendo
a los perfeccionistas y puristas de los versos.
Sepan que los admiro
y espero puedan comprender
que de mi falta de talento
supe erigir
y disfrutar
una vez mas
mi libertad.