Pocas cosas deben doler tanto como el hecho de saber que todo lo que se está haciendo es por última vez. Algo así como una pequeña agonía consciente.
Esos hombres transpirados se están llevando, uno a uno, cada mueble. Parecen estar vacíos. Estan llenos. De historias. Y con ellos se van instantes, charlas y y un sinfín de tragedias domésticas ¿Cuantas conversaciones habrá embaladas en esas cajas? ¿Cuantos secretos guardados en esos cajones?
Cada una de las habitaciones se desvanece lentamente. Todo lo que fue, en unas pocas horas ya no será más. Nudo en la garganta de solo observarlo. El hogar se va convirtiendo en casa, otra vez. Regresa a las fuentes, después de tanto tiempo, vuelve a ser un bebé.
En cada rincón se esconde cotidianidad que la mudanza convierte en eternidad. Restos de momentos por todos lados. De a poquito van desarmando una de las escenografías de nuestra vida. Duele mucho, debe ser que también nos están desarmando a nosotros.
2 visiones:
Uno se desarma todo el tiempo. Poco a poco, día a día. Un bloguero se desarme publicación a publicación. Habría que encontrar la forma de reconstruirse.
A mi me reconstruye la lectura. Libros, revista, artículos y blogs. Vivir desafinado siempre es parte de ese proceso.
quienes viajan llenos de cosas jamas se van de casa
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