Un día escuché una canción.
El efecto fue inmediato, a medida que entraba en mis oidos, iba descubriendo un mundo distinto, escondido, del que nadie me había hablado. Alguien que yo no conocía me cantaba sobre la libertad, entre gritos hermosos y acordes frenéticos. Una adrenalina única y extraña, que solamente sentí aquella vez, me poseyó y me convertí en una preciosa turbulencia.
A partir de esa melodía cambié mi manera de pensar y de vestir. Ya no se trataba solo de romper las reglas, sino de destrozarlas.
Esa forma de pensar me llevó a conocer nuevas personas, afines al sentimiento de oprimir a la opresión, hasta hacerla estallar.
Con esas personas tuve nuevas aventuras. Miles de maravillosas nuevas aventuras.
En el medio de tantas aventuras conocí el amor y el desamor, la victoria y la derrota, la algarabía y la desilusión. Me descubrí.
De todos esos sentimientos y gracias a cada una de esas sensaciones aprendí, lloré, mamé y me moldee, a golpes, tragos y sonrisas.
Doce años han pasado desde que presioné play y esa canción comenzó a sonar. Y aunque el reproductor me decía que duraba tan solo dos minutos, para mi nunca terminó. Sigue sonando y sigo soñando, cantando, viviendo.
1 visiones:
y cual es esa canción?
es hermoso como la música nos lleva a otros lugares
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