Fueron días y noches de tristeza violenta, y el huracán en el alma comenzaba a notarsele por fuera. Su catarsis era suspirar: constituía su único intento de salir a flote: "suspirando se expulsa de a poquito el dolor" respondía convencida cuando le preguntaban cómo estaba. Y así pasaba las horas, exhalando angustias.
Pero aquella ausencia que le carcomía el ánimo, estaba cada vez más presente. Y un día cualquiera, quizás trágico, quizás medicinal, de tanto suspirar se volvió viento.
1 visiones:
alguien esta escuchando a el mato?
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