Amanecía y me despertaba pensando en ese momento. Las horas se hacían elásticas, parecían nunca cumplir su ciclo. La espera se construía entre palabras que quería decirle y maneras de decircelas. Era un martir de mi propia mente.
La tarde llegaba y con ella mi encuentro con esos maravillosos atardeceres de verano compartidos (que muchas veces se extendían hasta la mañana)
Mi discman reproducía Trenes, camiones y tractores, curiosamente la misma canción que escucho para recordar en estas líneas...
Me bajaba del colectivo, y caminaba hacia su casa. Ese inolvidable camino angosto y largo, suburbial. El paisaje constaba de varios graffitis punks, algunos hechos por ella...y siempre me entretenia leyendolos..
Y a lo lejos, vos, sentada en la vereda, esperandome...
A partir de ahi...el tiempo moría...y todo lo demás se reducía a la nada...
1 visiones:
Ouch, Pichi, ouch!
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