domingo, enero 24, 2016




Después de tanto andar y andar, después de caminar durante días, años, me encuentro perdido en el barrio del fin.

Pregunto si existen mapas, pero sus residentes me contestan que no, que no hay instrucciones para manejarse en este lugar. Cada uno hace lo que puede. Todo es encrucijada: las calles son cortadas que derivan en un callejón sin salida. Deduzco que es difícil escapar. Me pregunto por enésima vez como fue que llegué hasta acá.

Un constante olor a cloaca caracteriza el lugar, como si todo el tiempo estuviese pudriéndose algo. Las casas son viejas, desgastadas, con paredes despintadas y revoque caído. Abundan linyeras sentados en los cordones de las calles, bebiendo océanos de alcoholes: los observo y no paro de pensar  en los hermosos ayeres de los que probablemente hayan sido dueños, ayeres que un día terminaron abruptamente para convertirse en un hoy denso, apesadumbrado, áspero. En el barrio del fin, el presente no es un regalo precisamente. Los miro y me miro. Mejor no miro.

En mi incansable búsqueda de salidas no paro de patear trizas, las veredas están repleta de restos, fragmentos hechos polvos, alguien me dice que lo que estoy pisando son alas rotas. Siento escalofríos. ¿Que demonios es este lugar?. A veces tengo la sensacion de que ya estuve mil veces acá, sin embargo no termino nunca de descifrar este extraño mundo.

De repente me encuentro ante una ruta, excepción fantástica después de tanta callejuela inmunda sin salida. Un cartel anuncia que estoy al final del final. Miro hacia adelante y veo un vasto y enigmático horizonte. Tengo miedo. El barrio del fin era incomodo pero no tanto como el hecho de decidir cambiar.

Doy un primer paso temeroso, vuelvo a mirar la ruta. Doy otro paso, termina el final ¿Y ahora que viene?







sábado, enero 16, 2016




El único beso que no puede recordarse es el beso antes de morir.


Entonces me dediqué a sentirlo intensamente, de eso se tratan los besos sin futuro, incluso de eso se trata el no futuro, de sentir en exceso. Esos cinco segundos de labios en armonía fueron un recorrido por todos los besos que nos habiamos dado, un paseo infinito por el misterio del primero, por la pasión de los escondidos, por la triste alegría de este, el final. Por fin comprendí aquello de "vivirlo como si fuera la ultima vez"..

El ultimo deseo fue poder tomarnos de la mano. Nos lo concedieron. Nos dimos vuelta, nos agarramos las manos atadas como pudimos. La venda en mis ojos agudizó todos mis sentidos y pude sentir el mapa de su piel como jamas lo había hecho. Esa suavidad no era de este planeta, ni de esta galaxia, por lo menos.

Pude percibir que lloraba y la reté en voz baja. Nos apoyamos el uno al otro, espalda con espalda. Rogaba caer primero al suelo, no podría soportar escuchar su cuerpo desplomandose y golpeando contra la tierra antes que el mio. No quería irme de este mundo con un ultimo segundo tan horrible a cuestas. Nada hubiera valido la pena.

Escuché como cargaban las armas. Ella me apretó fuerte los dedos. Tragué saliva. Pensé en el alivio de la causa. Prepararon. Apuntaron.

Caimos juntos, pude sentirlo a pesar del segundo de ruido y confusión. Sincronizados, totalmente al compás, en la preciosa coherencia de terminar muriendo como se vivió, si es que eso puede llamarse morir.




viernes, enero 08, 2016



Tengo la costumbre de espiar al mundo a través del fondo de un vaso mientras bebo su contenido. Cuando me encuentro haciendolo se que otra vez estoy sintiendome lejano a todo, como solitario en otra galaxia y entonces el vaso funciona como telescopio. Observo los detalles de los felices a años luz.

Marea alta de whisky directo a mis labios. Cataratas en mi garganta y el mundo a través del vidrio que se ve distorsionado. Aun más distorsionado de lo que es.

Suspiro y libero lugar adentro para volcar mas elixir. Y entonces me hundo cada vez más, y el telescopio se convierte en periscopio. Poco escucho desde la profundidad, la luz casi no llega. El periscopio me dice que allá arriba todo parece seguir igual de bien, sin mi. Soy el capitán de mi naufragio.

Finalmente la caida termina y siento el suelo arenoso. Todo flota y comienza a emerger a la superficie por fuerza natural: las pertenencias de mis bolsillos, mi brújula, las burbujas desesperadas que salen de mi boca. Absolutamente todo asciende, menos mi vaso y yo.