miércoles, septiembre 23, 2015



Finalmente implementó la regla de los tres segundos de la que tanto le habían hablado. Contó hasta tres, respiró profundo y le dijo todo. Asi, de sopetón. Su corazón dejó de ser un oscuro depósito de verdades estancadas durante meses. Su cara siempre fascinante demostraba sorpresa, aunque no le creyó demasiado. Fueron 5 minutos violentos, o seis años de silencio, nunca lo supo muy bien. Ella lagrimeó. El bajó la mirada. Las cosas no estaban saliendo como esperaba. O si.


Ella se retiró de la escena y empezó la cuenta regresiva más cruel. Su esperanza medía exactamente cien metros, la distancia hasta la otra esquina. Se quedó observándola, pocas veces había estado tan triste. Rogaba que ella se diera vuelta, que corriera hacia él y que sus ojos le gritaran redención, para luego sellar sus destinos en un beso. Los metros pasaban, y ella caminaba, cada vez más despacio, quizás sin darse cuenta, como si los pasos le dolieran. Una especie de suspenso embustero.

Finalmente ella llegó a la esquina y dobló. Nunca giró hacia él y la perdió de vista. Derrotado, se quedó un buen rato en el mismo lugar, inmóvil, insoportable, agotado. Comprendió entonces, que los corazones mas fuertes, más libres, eran a prueba de mirar hacia atrás.