martes, febrero 18, 2014




El devenir de las tragedias personales es el mejor asesino del tiempo. El mundo sigue su baile frenético, pero para uno el tiempo se detiene por completo.

El reloj de la pared yace congelado. El de mi muñeca se estancó también justo a la hora de la triste noticia, desmayado quizás por lo esquizofrénico de mis pulsaciones. El televisor sigue ahi, de fondo, contabilizando muertes, robos y accidentes, como cada día. Los vecinos van y vienen de sus trabajos, para seguir dándole vida a la rutina. Todo continua igual, excepto por uno mismo, que se queda estático, atrapado en esa mirada que se fue y ya no volverá.

El desfasaje aturde, al igual que el silencio imperante. Los ojos arden. No existen el hambre ni el sueño. Se respira profundo y en cámara lenta. Los movimientos más bruscos que ejerce el cuerpo son los suspiros. Se piensa en todo y nada a la vez mientras la habitación gira alrededor de uno. El día se torna eterno y esa eternidad que tantas veces sonó hermosa en las promesas, hoy es indeseable y dolorosa. No se de que color está el cielo afuera, hoy no entiendo de amaneceres ni anocheceres. La amargura se traga, incluso, hasta las cosas más bellas de la vida.

Alguien apoya una mano en mi hombro y me consuela -todo pasa-. Sonrío complaciente, haciendo un enorme esfuerzo para agradecer la intención. Se perfectamente que todo pasa. El problema es el mientras tanto.




2 visiones:

yobailopogo! dijo...

que pinche rapido pasa la vida

reptilio dijo...

de peores hemos sobrevivido