lunes, septiembre 10, 2012



Esa caminata vespertina no había sido igual a todas las demás. El recorrido era siempre el mismo, pero aquella tarde me topé con una escena extraña que llamó poderosamente mi atención. Apoyado contra un árbol, con su punta clavandose en la tierra, yacía un paraguas bastante deteriorado, con agujeros por todos lados. Hasta ahi algo normal, un trasto, chatarra. Pero lo inusual era que de su interior brotaba un papel que se movía con el viento frío. Noté que estaba escrito y no pude resistirme a tomarlo y leerlo. Decía algo así:

"Su nombre era Tormenta y era hija del caos. Era una máquina de vivir, no tenía anécdotas, tenía desastres. Jamás cumplió ordenes, ni años: era mas preciada y más preciosa que la mismísima juventud.
 
Se llamaba Tormenta, y lo era por dentro y por fuera: rabia y belleza se conjugaban en su ser. Dueña de una intensidad incontrolable, de esas que le entregan verdor puro a las plantas, y también las pudren por completo. Me preguntaba por que a alguien le pondrían un nombre tan extraño y hermoso a la vez. Tiempo después lo comprendí....

La conocí, justamente, en medio de una, y a diferencia de todos nosotros, era la única que no llevaba paraguas. Bailaba descalza en la lluvia.  Ella sola estaba empapada, despeinada, embarrada, y aun así era, por lejos, la más hermosa del lugar.

Empecé a tratar con ella, y contra toda lógica, cada vez me parecía más increible e irreal, pese a tenerla cada vez mas cerca. Solía quejarse de no saber si estaba dormida o despierta, porque no difrenciaba entre su vida y sus sueños: eran una unidad, un todo, una sonámbula de sus días. Por las noches supimos concretar lo imposible, encerrar truenos en un dormitorio, entre orgasmos, gotas y destellos. Igual de ingobernables eramos durante las discusiones, casi casi que cada una era un diluvio universal, y sus suspiros huracanes. Pero siempre teniamos nuestro arca cerca.

Poseía la euforia y la magia de una estrella fugaz, y fugaces fueron nuestras andanzas. La lluvia me la había regalado desde el cielo y una noche acuosa se fue para no volver. Amanecí sin ella en mi cama. Fiel a su naturaleza de tormenta que se lleva a todo por delante, me había llevado puesto a mi también.

No
es que yo me haya convertido en tempestad, ni siquiera alcanzo a ser una llovizna de lo que era esa mujer, pero desde que se fue, confieso que siempre llueve un poco adentro mío..."



Instantaneamente, al terminar de leer esa especie de diario de algún amante anónimo, un trueno partió el amargo silencio que había nacido adentro mio y una gota suicida explotó sobre el papel...




2 visiones:

reptilio dijo...

¡dias de lluvia nena!

(es lo que te espera)


:D

carnal que tengas una buena semana, abrazo de campeonato hahaha

Eva Letzy dijo...

Me gusta mucho el final...
Un saludo